miércoles, diciembre 16, 2009

De la mina al Museo: los mejores minerales de la Comunidad de Madrid

El próximo jueves 17 de diciembre tendrá lugar la cuarta y última conferencia del ciclo anual “Las Charlas del Geominero”. En este caso será impartida por Ramón Jiménez, geólogo del Museo Geominero, y lleva por título “De la mina al Museo: los mejores minerales de la Comunidad de Madrid”.

Lugar: Sala de audiovisuales del Museo Geominero, Ríos Rosas 23, Madrid. Hora: 18 h
Entrada libre hasta completar aforo

El ciclo está dedicado a la exposición ¿original o réplica?, que podeis ver en el hall de la primera planta del Instituto Geológico y Minero de España.

martes, diciembre 15, 2009

Nueva aportación sobre los huevos de dinosaurio de Río Negro.

Los yacimientos de huevos de Auca Mahuevo en Neuquén (Patagonia, Argentina) son los más famosos de saurópodos titanosaurios a nivel mundial. Su fama se debe a su abundancia y excepcional conservación incluyendo en su interior la presencia de embriones. Menos conocidos, pero no menos espectaculares son los yacimientos del final del Cretácico (Formación Allen) en la vecina provincia de Río Negro. Recientemente un equipo argentino liderado por el investigador Leonardo Salgado acaba de publicar un amplio trabajo en la revista argentina Ameghiniana donde los describe y obtiene algunas interesantes inferencias de la biología reproductiva de los titanosaurios.

Más Información en Aragosaurus.

lunes, diciembre 14, 2009

No culpemos a la biología

La profesora de la Universidad de Granada Elvira Martín Suárez nos ha mandado una interesante y acertada opinión que publico recientemente el periódico El Ideal de Granada. Se trata de una respuesta a un artículo titulado "la cara te delata" que hace referencia a los autodenominados morfopsicólogos. Nuestra colega se escandalizo al comprobar que renace esta pseudociencia. La misma que tantas veces en la historia reciente ha utilizado el determinismo biológico para justificar el racismo, la xenofobia, el machismo y mucho más. Os adjuntamos el texto de Elvira.

Al creer que las distintas facultades intelectuales residían en zonas precisas de la corteza cerebral, Franz Joseph Gall decía ser capaz de detectarlas en el cráneo: con sólo palpar la cabeza, ya sabía de qué iba el palpado. Gall y su frenología causaron un gran revuelo en el tránsito entre los siglos XVIII y XIX. Pero ahí no acabaron los desatinos. De la frenología se pasó a la craneometría que jugó un papel fundamental para justificar la esclavitud en Estados Unidos durante el siglo XIX. El volumen del cerebro reflejaba fielmente la inteligencia, eso afirmaban.

No fueron pocos los que se lanzaron a medir la capacidad craneana de todo muerto que se cruzara en el camino. Pero el cadáver debía de ser conocido, porque los perdigones que rellenaban el cráneo de los hombres blancos se compactaban mucho más que en los hombres negros y en las mujeres, de las que poco importaba el color. Aunque parezca imposible esta locura absurda se hizo así, como comprobó Gould en 1977. En consecuencia el hombre blanco salía más inteligente. Las leyes naturales le otorgaban el derecho de explotación de negros y mujeres. La pseudociencia al gusto del consumidor. Y de la discriminación. Con el siglo XX llegaron los test de inteligencia –atributo que también creían innato– y sus terribles consecuencias. La aplicación de la ley Holmes permitió que desde 1924 hasta 1972 sólo en el Estado de Virginia fueran esterilizadas 7.500 personas, entre aquellas que no habían superado los test de inteligencia: madres solteras, prostitutas, pobres, delincuentes menores y niños con problemas de disciplina.

Uno de los tristes empujes a la difusión de la teoría de la evolución no tiene nada que ver con Darwin. Se produjo en un contexto político en el que los grupos dirigentes se encargaron de trasladar la supervivencia del más apto –en condiciones naturales– a las razas humanas y a las relaciones sociales. Hizo mucho daño a la Biología. Pero hizo mucho más daño a la propia humanidad. Porque en nombre del mal llamado darwinismo social se ha asesinado y se han librado muchas guerras. Como hicieron los nazis al exterminar a varios millones de personas de rasgos diferentes. Durante el siglo pasado algunos de los que se dedicaban a la genética estudiaron gemelos idénticos que habían vivido separados desde pequeños. Sus rasgos eran muy parecidos incluso de adultos. Pero no así sus actitudes. Sus comportamientos eran, en general, más acordes con el ambiente en el que cada uno de ellos había crecido.

Los genes no parecían condicionar el carácter de los hermanos. Los rasgos físicos están condicionados por los genes que heredamos de nuestros padres, son innatos. No ocurre así con el carácter, ni con las habilidades sociales ni con la inclinación a la delincuencia. Por eso estremece que ‘la cara te delate’ ante Julián Gabarre, el autor de ‘El rostro y la personalidad’ (IDEAL 30-11-09) y toda la cohorte de morfopsicólogos. En el siglo XXI no es aceptable el determinismo biológico. Ni las normas comunes de conducta ni las diferencias sociales y económicas son innatas, porque no derivan de los genes. Los distintos comportamientos que atribuimos a las razas, a las clases y a los sexos son culturales y no genéticos ni reflejo de la biología. La falsa medida del hombre es el título del libro en el que Gould describió magistralmente por qué resulta tan peligroso el mal uso de la Biología (y así culpar a los genes de la víctima) para justificar ciertas ideologías conservadoras tolerantes con actitudes racistas, homófobas y sexistas. El determinismo biológico siempre ha sido peligroso. Hoy por hoy resulta inadmisible.

domingo, diciembre 13, 2009

Descubierto el “tatarabuelo” de los toros en el este de África


El investigador Martínez-Navarro, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), ha estudiado los restos fósiles de este imponente ejemplar datado en 1 M.a y hallado en Eritrea, en el este de África, cerca del Mar Rojo. Este ejemplar ocupa un lugar importante en la filogenia la familia Bovidae, ya que hasta el momento no se había encontrando un ejemplar tan antiguo con unas características tan modernas. El fósil ha sido adscrito a una nueva especie Bos buiaensis, en honor a la localidad de Buia (Eritrea) donde se encontró el cráneo de la fotografía y holotipo de la nueva especie. El cráneo estaba roto en más de 100 trozos y tras una sistemática labor de restauración Francesco Landucci, de la Universidad de Florencia, pudo reconstruirlo en su totalidad. Actualmente la pieza se conserva en el Museo Nacional de Eritrea, en Asmara.

Más información en Aragosaurus.