Cuando miramos las patas de los pájaros solo vemos una estructura
escamosa que las protege. En las reconstrucciones de las aves primitivas
lo más habitual es que las patas tuvieran escamas y no plumas,
suponiendo que este era el carácter primitivo. De alguna manera sería un
carácter conservado de sus ancestros “reptilianos”. Sin embargo el
registro fósil nos muestra, una vez más, que la evolución es compleja y
no tiene nada que ver con las premisas. Las aves del Cretácico Inferior
de los famosos yacimientos de Yixian tienen plumas (e incluso alas) en
los miembros posteriores.
El trabajo ha sido
desarrollado por un equipo de colegas chinos encabezados por Xing Xu, se
ha publicado en la prestigiosa revista Science.
Nuestros colegas estudiaron en detalle once fósiles maravillosamente
conservados de cuatro grupos diferentes de aves del cretácico inferior.
Se trata de ejemplares de conservación excepcional, como se puede ver en
la fotografía, que conservan la impresión de estructuras tan delicadas
como las plumas. Las aves estudiadas se incluyen en varias especies de
los géneros Sapeornis, Yanornis y Confuciusornis y dos especies de enantiornites.
Todos
estos ejemplares presentan un ala formada por plumas en cada miembro
trasero. Esta aves primitivas tenían una estructura corporal diferente a
las actuales. Probablemente, solo con dos alas no tenían la capacidad
de volar. En la nueva publicación se defiende que esta pareja de alas en
las patas traseras les permitiría remontar el vuelo. Estas alas están
compuestas por plumas largas, curvadas y rígidas, situadas
perpendicularmente a las patas. Estos caracteres sugieren una estructura
aerodinámica que facilitaba la elevación y mejoraba la capacidad de
maniobra. Es decir, jugaban un papel importante en el vuelo. Sin
embargo, se desconoce como sería el movimiento de estas alas traseras,
ni como contribuirían al vuelo. Sin duda un reto para los investigadores
del vuelo de las aves primitivas, que esperamos ver solucionado
próximamente.
Las escamas que recubren hoy las patas de muchas
especies de aves son, según los autores, estructuras derivadas de las
plumas de sus ancestros mesozoico. Las plumas de las extremidades
inferiores se fueron perdiendo evolutivamente y convirtiéndose en el
plumón que presentan algunas especies, hasta finalmente evolucionar en
escamas. Una historia diferente por completo de lo considerado hasta
ahora. Esto significo una especialización de las miembros posteriores en
el desplazamiento terrestre por parte de las aves, mientras que los
miembros anteriores se dedicaban y perfeccionaban al vuelo.
Las
plumas que tienen algunos pájaros actuales en las patas son muy
diferentes de las observadas en estos fósiles. En general, en la
actualidad son pequeñas y suaves –plumón– y tienen funciones protectoras
de la piel. Sin embargo, todavía hay especies que tienen plumas largas y
perpendiculares a las patas, que recuerdan al carácter primitivo
presente en las aves del Cretácico Inferior de China.
X.
Zheng, Z. Zhou, X. Wang, F. Zhang, X. Zhang, Y. Wang, G. Wei, S. Wang,
X. Xu. “Hind Wings in Basal Birds and the Evolution of Leg Feathers"
Science Vol.339, 2013 DOI: 10.1126/science.1228753
viernes, marzo 15, 2013
miércoles, marzo 13, 2013
Nuevas ooespecies de dinosaurios del Cretácico Superior de los Pirineos
La revista Cretaceous Research publica este mes un artículo del
investigador colaborador del ICP Albert García Sellés en el que se
describen cuatro nuevas especies de huevos de dinosaurios del yacimiento
de Coll de Nargó (Lleida) y que demuestra que distintos tipos de
dinosaurios compartieron esta zona de nidificación . El hallazgo también
ha permitido describir la presencia del oogénero Cairanoolithus
por primera vez en la Península Ibérica y ha contribuido a determinar
con mayor precisión la edad del yacimiento. Os adjuntamos la nota de
prensa preparada por el ICP.
El yacimiento de Coll de Nargó se encuentra a unos 8 kilómetros al oeste de la localidad que lleva el mismo nombre en la Provincia de Lleida y es una de las áreas de nidificación de dinosaurios más importantes de Europa. En él se han identificado miles de huevos de dinosaurios del Cretácico Superior, cáscaras y nidos atribuidos a dinosaurios saurópodos que habitaron esta zona hace unos 70 millones de años, poco antes de su extinción en todo el planeta, hace unos 66 millones de años.
En el trabajo publicado en el ejemplar de marzo de la revista Cretaceous Research, el investigador colaborador del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont, Albert G. Sellés, con la colaboración de Ángel Galobart, Responsable del Grupo de Faunas del Mesozoico del ICP e investigadores de la Universitat de Barcelona y del Instituto Geológico y Minero de España, describe por primera vez y de forma detallada el registro de huevos fósiles en este yacimiento en el que hasta la fecha solo se había reconocido un tipo de huevo de dinosaurio: Megaloolithus siruguei.
Tras analizar más de 25 estratos a lo largo de la Formación Tremp (una de las formaciones geológicas presentes en esta zona), los investigadores han identificado un mínimo de cuatro tipos distintos de huevos, también conocidos como ooespecies: Cairanoolithus roussetensis, Megaloolithus aureliensis, Megaloolithus siruguei y Megaloolithus baghensis. Algunas de estas ooespecies se han encontrado en el mismo nivel geológico lo que indica que distintos tipos de dinosaurios coexistieron en el tiempo en esta zona de nidificación.
Los paleontólogos utilizamos el concepto de ooespecie para identificar y clasificar distintos tipos de huevos. El contenido del huevo rara vez se conserva en el registro fósil, por lo que resulta muy difícil saber a qué especie adulta corresponde cada ooespecie. Lo que sí que se ha podido determinar gracias a estudios anteriores es que dentro huevos del oogénero Megaloolithus se han encontrado embriones de titanosaurio, un grupo de dinosaurios saurópodos del que se han encontrado restos de huesos y huellas a lo largo del Pirineo. El estudio también ha determinado la presencia de Cairanoolithus por primera vez en la Península Ibérica, un tipo de huevo que solo se conocía en el sur de Francia. Este hallazgo constituye una nueva prueba de la conexión entre las faunas de dinosaurios de Francia y la Península Ibérica hace unos 70 millones de años.
Uno de los principales problemas que nos encontramos los paleontólogos es el de poder datar con precisión los yacimientos fósiles. En los sedimentos de tipo marino, un método de datación es mediante “fósiles guía” o “biocronomarcadores”, pero su presencia en los yacimientos terrestres es escasa. Se ha demostrado que los distintos tipos de huevos (ooespecies) ocurren en intervalos de tiempo muy concretos, lo que permite creas escalas biocronológicas con capacidad de datación precisa. Gracias al hallazgo de Coll de Nargó, se ha podido establecer que sus diversos afloramientos o yacimientos comprenden una edad entre 71 y 67 millones de años.
Algunas de las incógnitas que todavía quedan por resolver sobre la reproducción de los dinosaurios, y que actualmente son un reto de investigación para el Grup de Recerca del Mesozoic del ICP, es comprender como animales de tan enorme tamaño (los titanosaurios que habitaron en esta zona podían llegar a medir hasta 15 metros de largo) podían depositar los huevos en sus nidos. Las incógnitas surgen tanto por la dificultad de conocer la capacidad de flexión de su parte trasera, como para conocer la altura máxima de caída que podía soportar un huevo de dinosaurio sin romperse.
+ info: Garcia-Sellés, A., Bravo, A.M., Delclòs, X., Colombo, F., Martí, X., Ortega-Blanco, J., Parellada, C. & Galobart, À. (2013). Dinosaur eggs in the Upper Cretaceous of the Coll de Nargo area, Lleida Province, south-central Pyrenees, Spain: oodiversity, biostratigraphy and their implications. Cretaceous Research 40: 10-20.
El yacimiento de Coll de Nargó se encuentra a unos 8 kilómetros al oeste de la localidad que lleva el mismo nombre en la Provincia de Lleida y es una de las áreas de nidificación de dinosaurios más importantes de Europa. En él se han identificado miles de huevos de dinosaurios del Cretácico Superior, cáscaras y nidos atribuidos a dinosaurios saurópodos que habitaron esta zona hace unos 70 millones de años, poco antes de su extinción en todo el planeta, hace unos 66 millones de años.
En el trabajo publicado en el ejemplar de marzo de la revista Cretaceous Research, el investigador colaborador del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont, Albert G. Sellés, con la colaboración de Ángel Galobart, Responsable del Grupo de Faunas del Mesozoico del ICP e investigadores de la Universitat de Barcelona y del Instituto Geológico y Minero de España, describe por primera vez y de forma detallada el registro de huevos fósiles en este yacimiento en el que hasta la fecha solo se había reconocido un tipo de huevo de dinosaurio: Megaloolithus siruguei.
Tras analizar más de 25 estratos a lo largo de la Formación Tremp (una de las formaciones geológicas presentes en esta zona), los investigadores han identificado un mínimo de cuatro tipos distintos de huevos, también conocidos como ooespecies: Cairanoolithus roussetensis, Megaloolithus aureliensis, Megaloolithus siruguei y Megaloolithus baghensis. Algunas de estas ooespecies se han encontrado en el mismo nivel geológico lo que indica que distintos tipos de dinosaurios coexistieron en el tiempo en esta zona de nidificación.
Los paleontólogos utilizamos el concepto de ooespecie para identificar y clasificar distintos tipos de huevos. El contenido del huevo rara vez se conserva en el registro fósil, por lo que resulta muy difícil saber a qué especie adulta corresponde cada ooespecie. Lo que sí que se ha podido determinar gracias a estudios anteriores es que dentro huevos del oogénero Megaloolithus se han encontrado embriones de titanosaurio, un grupo de dinosaurios saurópodos del que se han encontrado restos de huesos y huellas a lo largo del Pirineo. El estudio también ha determinado la presencia de Cairanoolithus por primera vez en la Península Ibérica, un tipo de huevo que solo se conocía en el sur de Francia. Este hallazgo constituye una nueva prueba de la conexión entre las faunas de dinosaurios de Francia y la Península Ibérica hace unos 70 millones de años.
Uno de los principales problemas que nos encontramos los paleontólogos es el de poder datar con precisión los yacimientos fósiles. En los sedimentos de tipo marino, un método de datación es mediante “fósiles guía” o “biocronomarcadores”, pero su presencia en los yacimientos terrestres es escasa. Se ha demostrado que los distintos tipos de huevos (ooespecies) ocurren en intervalos de tiempo muy concretos, lo que permite creas escalas biocronológicas con capacidad de datación precisa. Gracias al hallazgo de Coll de Nargó, se ha podido establecer que sus diversos afloramientos o yacimientos comprenden una edad entre 71 y 67 millones de años.
Algunas de las incógnitas que todavía quedan por resolver sobre la reproducción de los dinosaurios, y que actualmente son un reto de investigación para el Grup de Recerca del Mesozoic del ICP, es comprender como animales de tan enorme tamaño (los titanosaurios que habitaron en esta zona podían llegar a medir hasta 15 metros de largo) podían depositar los huevos en sus nidos. Las incógnitas surgen tanto por la dificultad de conocer la capacidad de flexión de su parte trasera, como para conocer la altura máxima de caída que podía soportar un huevo de dinosaurio sin romperse.
+ info: Garcia-Sellés, A., Bravo, A.M., Delclòs, X., Colombo, F., Martí, X., Ortega-Blanco, J., Parellada, C. & Galobart, À. (2013). Dinosaur eggs in the Upper Cretaceous of the Coll de Nargo area, Lleida Province, south-central Pyrenees, Spain: oodiversity, biostratigraphy and their implications. Cretaceous Research 40: 10-20.
martes, marzo 12, 2013
Icnitas, comportamientos que dejan huella
La ciencia de rastrear huellas de animales ha sido una actividad común
en distintas culturas humanas, cuyos fines han sido la caza o
simplemente el avistamiento de animales escurridizos. Si nos trasladamos
millones de años atrás, también podemos realizar esta actividad en los
sedimentos que pisaban animales actualmente extintos, como los
dinosaurios. Cada año se publican en nuestro país nuevos descubrimientos
sobre huellas fosilizadas. En nuestro país, Aragón es uno de los
lugares con mayor número de yacimientos. Nuestro aragosaurero Diego
Castanera ha escrito un artículo para Tercer Milenio del Heraldo de
Aragón. Os adjuntamos el texto.
En muchos de los ecosistemas actuales, mamíferos, aves, reptiles y otros animales merodean en las cercanías de la línea de costa, de lagos o de ríos, dejando en el barro o en la arena una gran cantidad de pisadas. También los dinosaurios paseaban por ambientes similares. Solo tenemos que pensar en la cantidad de huellas que dejan hoy en día los animales para imaginarnos todas las que pudieron dejar marcadas en los sedimentos los dinosaurios a lo largo de su vida; y, efectivamente, ¡dicha cantidad es muy grande!
Cuando sube el nivel del agua con las mareas, una riada o una tormenta, muchas de estas pisadas pueden quedar cubiertas y se incorporan al registro fósil. Las huellas fósiles (o icnitas) son muy abundantes durante el Mesozoico (periodo que abarca desde hace entre 250 y 65 millones de años), la época en que vivieron los dinosaurios. Las huellas de dinosaurio –descubiertas millones de años después de su formación por paleontólogos o por aficionados a la paleontología– nos dan una información sobre el comportamiento animal que complementa la que nos ofrecen los huesos fosilizados.
La paleoicnología –ciencia que se encarga de estudiar las huellas del pasado– es una disciplina relativamente reciente en nuestro país. En el año 1965 se encontraron las primeras icnitas de dinosaurios españolas (en otros países, como Inglaterra o EE.UU., los primeros descubrimientos se produjeron 150 años antes). En estos casi 50 años, el número de yacimientos ha ido aumentado y, a día de hoy, España es uno de los países con mayor número. Algunos de ellos son únicos a nivel mundial, como Las Cerradicas en Galve (Teruel). Además, este yacimiento está protegido por una estructura que permite su visita, y esta musealizado con distintos paneles explicativos.
Lo interesante del yacimiento son los comportamientos que allí han quedado grabados en la roca desde hace 145 millones de años. En Las Cerradicas se pueden observar huellas de dos tipos de dinosaurios. Por un lado, hasta seis rastros en los que se ve una secuencia de marcas subtriangulares –pies– y arriñonadas –manos–, que fueron dejadas por dinosaurios herbívoros de cuello largo (dinosaurios saurópodos). Por otro lado, en diez rastros se ve una secuencia de marcas con tres dedos –pies– y marcas ovaladas de pequeño tamaño –manos–, cuyos responsables fueron otro grupo de dinosaurios herbívoros distintos (dinosaurios ornitópodos). Además, ambos tipos de huellas presentan una misma dirección y sentido, una cadencia de paso similar y unos valores de velocidad semejantes.
Imaginemos la escena: estos dos grupos de dinosaurios se desplazaban en grupo, como una manada. Teniendo en cuenta la relación entre las huellas, puede verse que los ornitópodos pisan huellas de los saurópodos, lo cual indica que pasaron poco después, aunque no podamos determinar con exactitud cuánto tiempo. Podemos incluso plantear la hipótesis de una manada formada por diferentes tipos de dinosaurios. De hecho en la actualidad en las grandes migraciones de herbívoros en África es bastante común que haya diferentes especies de mamíferos moviéndose juntos y a la vez.
Pero esto no es todo… Además, los rastros del segundo grupo –ornitópodos– se componen de marcas de pies y de manos que indican una locomoción cuadrúpeda. Tradicionalmente se ha considerado que estos dinosaurios andaban de manera bípeda, ya que en muchos yacimientos las marcas de manos están ausentes. En Las Cerradicas, las manos están presentes, aunque en algunos rastros pueden pasar desapercibidas. De hecho, gracias a las modernas tecnologías (escáneres y modelos digitales) hemos podido precisar que las manos producían menor presión que los pies, quedando marcadas únicamente en la parte más superficial del sedimento. La edad del yacimiento (unos 145 millones de años) hace que sea uno de los más antiguos a nivel mundial donde tenemos conservado un desplazamiento cuadrúpedo de este tipo de dinosaurios.
El yacimiento de Las Cerradicas está situado en el término municipal de Galve, en la provincia de Teruel. Para llegar allí hay que tomar la carretera N-420 hasta el desvío a la A-228 que une Cañada Vellida con Galve. Dista de Teruel unos 58 km y de Zaragoza unos 140 km. Galve es una de las localidades de referencia en el estudio de dinosaurios de nuestro país, ya que se han descrito hasta cuatro especies de dinosaurios distintas: Aragosaurus, Galvesaurus, Gideonmantellia y Delapparentia. Los restos de estos dinosaurios pueden verse en el museo municipal paleontológico de Galve y en el centro de Dinópolis Legendark. Además, la empresa Guías de Galve, ofrece visitas guiadas a los yacimientos de icnitas. Más información en www.dino sauriosgalve.com/
En muchos de los ecosistemas actuales, mamíferos, aves, reptiles y otros animales merodean en las cercanías de la línea de costa, de lagos o de ríos, dejando en el barro o en la arena una gran cantidad de pisadas. También los dinosaurios paseaban por ambientes similares. Solo tenemos que pensar en la cantidad de huellas que dejan hoy en día los animales para imaginarnos todas las que pudieron dejar marcadas en los sedimentos los dinosaurios a lo largo de su vida; y, efectivamente, ¡dicha cantidad es muy grande!
Cuando sube el nivel del agua con las mareas, una riada o una tormenta, muchas de estas pisadas pueden quedar cubiertas y se incorporan al registro fósil. Las huellas fósiles (o icnitas) son muy abundantes durante el Mesozoico (periodo que abarca desde hace entre 250 y 65 millones de años), la época en que vivieron los dinosaurios. Las huellas de dinosaurio –descubiertas millones de años después de su formación por paleontólogos o por aficionados a la paleontología– nos dan una información sobre el comportamiento animal que complementa la que nos ofrecen los huesos fosilizados.
La paleoicnología –ciencia que se encarga de estudiar las huellas del pasado– es una disciplina relativamente reciente en nuestro país. En el año 1965 se encontraron las primeras icnitas de dinosaurios españolas (en otros países, como Inglaterra o EE.UU., los primeros descubrimientos se produjeron 150 años antes). En estos casi 50 años, el número de yacimientos ha ido aumentado y, a día de hoy, España es uno de los países con mayor número. Algunos de ellos son únicos a nivel mundial, como Las Cerradicas en Galve (Teruel). Además, este yacimiento está protegido por una estructura que permite su visita, y esta musealizado con distintos paneles explicativos.
Lo interesante del yacimiento son los comportamientos que allí han quedado grabados en la roca desde hace 145 millones de años. En Las Cerradicas se pueden observar huellas de dos tipos de dinosaurios. Por un lado, hasta seis rastros en los que se ve una secuencia de marcas subtriangulares –pies– y arriñonadas –manos–, que fueron dejadas por dinosaurios herbívoros de cuello largo (dinosaurios saurópodos). Por otro lado, en diez rastros se ve una secuencia de marcas con tres dedos –pies– y marcas ovaladas de pequeño tamaño –manos–, cuyos responsables fueron otro grupo de dinosaurios herbívoros distintos (dinosaurios ornitópodos). Además, ambos tipos de huellas presentan una misma dirección y sentido, una cadencia de paso similar y unos valores de velocidad semejantes.
Imaginemos la escena: estos dos grupos de dinosaurios se desplazaban en grupo, como una manada. Teniendo en cuenta la relación entre las huellas, puede verse que los ornitópodos pisan huellas de los saurópodos, lo cual indica que pasaron poco después, aunque no podamos determinar con exactitud cuánto tiempo. Podemos incluso plantear la hipótesis de una manada formada por diferentes tipos de dinosaurios. De hecho en la actualidad en las grandes migraciones de herbívoros en África es bastante común que haya diferentes especies de mamíferos moviéndose juntos y a la vez.
Pero esto no es todo… Además, los rastros del segundo grupo –ornitópodos– se componen de marcas de pies y de manos que indican una locomoción cuadrúpeda. Tradicionalmente se ha considerado que estos dinosaurios andaban de manera bípeda, ya que en muchos yacimientos las marcas de manos están ausentes. En Las Cerradicas, las manos están presentes, aunque en algunos rastros pueden pasar desapercibidas. De hecho, gracias a las modernas tecnologías (escáneres y modelos digitales) hemos podido precisar que las manos producían menor presión que los pies, quedando marcadas únicamente en la parte más superficial del sedimento. La edad del yacimiento (unos 145 millones de años) hace que sea uno de los más antiguos a nivel mundial donde tenemos conservado un desplazamiento cuadrúpedo de este tipo de dinosaurios.
El yacimiento de Las Cerradicas está situado en el término municipal de Galve, en la provincia de Teruel. Para llegar allí hay que tomar la carretera N-420 hasta el desvío a la A-228 que une Cañada Vellida con Galve. Dista de Teruel unos 58 km y de Zaragoza unos 140 km. Galve es una de las localidades de referencia en el estudio de dinosaurios de nuestro país, ya que se han descrito hasta cuatro especies de dinosaurios distintas: Aragosaurus, Galvesaurus, Gideonmantellia y Delapparentia. Los restos de estos dinosaurios pueden verse en el museo municipal paleontológico de Galve y en el centro de Dinópolis Legendark. Además, la empresa Guías de Galve, ofrece visitas guiadas a los yacimientos de icnitas. Más información en www.dino sauriosgalve.com/
domingo, marzo 10, 2013
Un gran lagarto de hace 125 millones de años
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Los dragones del Komodo son unos enormes lagartos
varanoideos que viven en la actualidad. Algunos de ellos pueden llegar a tener
dos metros de longitud. Un reciente trabajo publicado en Cretaceous Research
describe un nuevo varanoideo en los sedimentos del Cretácico Inferior de Salas
de los Infantes. Su nombre es Arcanosaurus ibericus. La semana pasada fue
presentado en Salas de los Infantes por tres de sus autores que se pueden ver
en la fotografía Natalie Bardet (Museo Nacional de Historia Natural de París),
Xabier Pereda (Universidad del País Vasco) y Fidel Torcida (Colectivo
paleoarqueológico de Salas de los Infantes).
El nombre de Arcanosaurus ibericus significa "reptil
misterioso ibérico". De este nuevo lagarto se conocen 29 vértebras
encontradas en la década de 1990 en el yacimiento de Villanueva de Carazo y
fueron donadas al Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes. Desde entonces
se han conservado en la colección del museo, a la espera de poder reconocer al
vertebrado a qué pertenecían. Hay que tener en cuenta que los varanoideos no se
conocían en el Cretácico Inferior de España, por lo que resultaba complicado
hacer comparaciones.
Arcanosaurus se trataría de un lagarto grande, en
comparación con otros lagartos de hace 125 millones de años. Podría alcanzar un
metro y medio de longitud. La morfología de estas vértebras presenta una
combinación de caracteres no encontrada en otros ejemplares
"varanoideos". Además estudio microanatómico demostró la ausencia de
adaptaciones para la vida acuática por lo que indica que sería un animal
totalmente terrestre. Esto es importante ya que de lagartos cercanos a los “varanoideos”
se produjo la evolución en el Cretácico Superior a los gigantescos depredadores
marinos, los mosasaurios, que fueron los mayores depredadores marinos del final
del época de los dinosaurios. Sin embargo Arcanosaurus no presenta caracteres que
indique el inicio de la evolución a la adaptación al medio marino.
Más información en Tierra de Dinosaurios
La foto la hemos tomado de la Web del Mundo y está realizada por S. Otero
Más información en Tierra de Dinosaurios
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