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En Argentina se han descubierto los restos fósiles de la mayor ave conocida, un predador extinguido que no volaba. Tenía el cráneo del tamaño de un caballo (71,6 centímetros) y un pico amenazador, como el de un águila. La gran ave, de más de tres metros de altura y 160 kilogramos de peso, era ágil y podía cazar y devorar roedores, reptiles y pequeños mamíferos hace 15 millones de años en las llanuras de la Patagonia. "Eran como dinosaurios sin cola y se convirtieron en los megapredadores del continente", ha dicho el argentino Luis M. Chiappe, quien ha analizado los fósiles junto a la también argentina Sara Bertelli (ambos del Museo de Historia Natural de Los Ángeles), y ha publicado el resultado en la revista Nature.
Este hallazgo pertenece a la familia de las llamadas aves terribles, la Phorusrhacidae. Estos gigantes aviarios evolucionaron y prosperaron en la época en que América del Sur estaba totalmente aislada de otros continentes. Los paleontólogos han señalado que el nuevo descubrimiento les puede forzar a reconsiderar ideas anteriores de que las mayores aves de este tipo se movían lentamente. "Ésta no es únicamente la mayor ave conocida", explica Chiappe. "También nos dice que la idea que teníamos desde hace años puede no ser totalmente válida".
El cráneo del ave está casi completo y es notablemente diferente y al menos un 10% mayor que los cráneos de otras especies emparentadas. Los investigadores infirieron la capacidad de correr de esta ave del análisis de los huesos de las patas y las garras. "Concluimos que las reconstrucciones del cerebro de las aves gigantes sobre la base de aves parecidas de menor tamaño no se sostienen", han dicho los paleontó-logos citados, "y que la correlación largamente establecida entre su corpulencia y una menor agilidad al correr debe ser reconsiderada".
El cerebro y huesos de las patas y los pies fueron encontrados hace dos años por un estudiante de secundaria llamado Guillermo Aguirre Zabala. Estaban en rocas de hace 15 millones de años cerca de la estación de tren en su pueblo natal, Comallo, que se encuentra al este de Bariloche, en cuyo museo paleontológico se encuentran actualmente los huesos. Antes de este descubrimiento, el conocimiento de los cráneos de estas grandes aves se limitaba a especímenes recogidos hace más de dos decenios, de forma que los científicos tendían a ilustrar e interpretar las cabezas de las mayores aves como versiones a mayor escala de las de las aves de menor tamaño. Éstas tenían una altura de 80 centímetros o menos. En su examen del nuevo espécimen, Chiappe y Bertelli se dieron cuenta de rasgos diferentes del cráneo, en especial la forma y proporciones de la cara, el pico, más largo y la bóveda craneal, plana. Además, son muy reveladores, en su opinión, el hueso largo y delgado de la pata y los huesos del pie, que están fusionados. Estos huesos tienen un parecido superficial con los del ñandú o rea, un ave actual de América del Sur no voladora, con pies de tres dedos. Por eso concluyen que era bastante más veloz de lo que se suponía en otras grandes especies de este grupo. "Puede que no fuera tan veloz como un avestruz", ha comentado Chiappe, refiriéndose al ave más veloz conocida, "pero está claro que podía correr bastante deprisa". Estas grandes aves fueron los mayores predadores del continente suramericano durante millones de años. Vivieron entre hace 60 millones de años y dos millones de años, y desaparecieron tras la emergencia del istmo panameño que puso fin al aislamiento de América del Sur.
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