Evidencias directas de la actividad predadora son raras encontrarlas en el registro fósil, por ejemplo conservación de contenidos estomacales. Esto dificulta reconstruir las relaciones presa-predador en el pasado. Los ammonoideos fueron unos cefalópodos muy abundantes. Se han descrito algunas marcas de mordeduras en sus conchas, que se han relacionado con diferentes vertebrados, como mosasaurios en el Cretácico Superior. Sin embargo no se habían encontrado dientes relacionados con un ejemplar mordido. Hay que tener en cuenta, que en muchos casos la mordedura produciría la perdida de algunos dientes.
Un nuevo trabajo que acaba de publicarse en la revista alemana Naturwissenschaften muestra evidencias de la predación de tiburones en el Jurásico de Francia.
La información en Aragosaurus.
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