Los restos de Bonapartesaurus fueron descubiertos y excavados por el paleontólogo Jaime Powell en los años 80, cerca de la ciudad patagónica de General Roca (provincia de Río Negro, Argentina). Unos años después, en 1987, y tras un estudio preliminar, Powell publica el primer trabajo científico dando a conocer el ejemplar. En ese estudio, propuso que los restos pertenecerían al primer dinosaurio lambeosaurino encontrado en Argentina, un grupo de dinosaurios hadrosáuridos que poseen una cresta hueca. Esta identificación se basó en su semejanza con el hadrosáurido asiático Barsboldia sicinsky, que en esa época era considerado también un lambeosaurino. Ya en ese primer trabajo Powell reconoció la presencia de una patología en el pie, “un callo”, que diagnosticó como una posible fractura.
Años después, en 2017, Cruzado-Caballero y Powell dieron al fin nombre a este ejemplar, que fue identificado como una nueva especie, Bonapartesaurus rionegrensis, y en el que además se encontraron otras posibles patologías en varias vértebras de la cola. En un reciente trabajo publicado en la revista Cretaceous Research se ha llevado a cabo el estudio detallado de dichas patologías obteniéndose como resultado la descripción de varias fracturas asociadas a posibles infecciones posteriores y el primer caso de cáncer óseo encontrado en un hadrosáurido argentino.
El estudio de las paleopatologías relevante a la hora de conocer aspectos relacionados con la paleobiología y paleoecología de los organismos fósiles que las poseen. Asimismo, en el caso de las enfermedades es posible estudiar su aparición a lo largo de la historia de la vida, a qué grupos de organismos afectaron y en qué medida. Con todo esto, es posible analizar como los organismos del pasado se relacionaban con sus congéneres y/o depredadores, con el medio y, en términos general, como era su biología. De esta forma, por ejemplo las fracturas nos hablan de posibles caídas, golpes con objetos duros o con otros organismos; permiten inferir si usaban partes de su cuerpo, como la cola para golpear objetos y/u otros animales para defenderse; también es posible interpretar si se produjeron posibles accidentes como el ser pisados por otros individuos de su especie, tal como se ha propuesto para las fracturas en la cola de los hadrosáuridos, las que podrían haber ocurrido cuando estos dinosaurios incubaban sus huevos en grupos y otros adultos los pisaban al pasar a su lado, entre otras inferencias posibles. La presencia de infecciones y la curación de las fracturas también nos dan información sobre el sistema inmune y los mecanismos de sanación que presentaban los organismos fósiles, ya que podemos compararlos con aquellas que tienen los animales actuales (p.ej., mamíferos y reptiles) y poder inferir otros aspectos de su paleobiología. Por último, la presencia de enfermedades, tales como los tumores, nos indica que este tipo de enfermedades ya existía desde muy temprana época y afectaba a una gran diversidad de animales, y al igual que las fracturas o infecciones, nos hablan de la biología de los animales que la sufrían, de cómo se enfrentaban a ellas, si podían sobrevivir más o menos tiempo, o si eran mortales a corto plazo.
En Bonapartesaurus, como ya hemos dicho, se han identificado tres patologías, dos en las espinas neurales de dos vértebras de la cola y la tercera en un hueso del segundo dedo del pie, el metatarsiano. Una de las vértebras presenta una fractura desplazada y casi totalmente curada, probablemente relacionada con un traumatismo debido a un fuerte golpe que hizo que se desplazara el hueso y se curara de esa forma, por ese motivo tiene una característica curvatura. La otra vértebra, tiene una fractura casi completamente curada producida también por un evento de estrés, pero no se ha podido confirmar si habría sido por un impacto u otro evento. Lo que sí se sabe es que este evento no produjo el desplazamiento del hueso, por lo que la espina mantiene su forma recta, pero se formó un callo óseo de forma esférica que creció a medida que se curaba la fracturas y se estabilizaba. Estas fracturas, sobre todo en el caso de la fractura desplazada se cree que habrían estado asociadas a infecciones posteriores del tejido blando que rodeaban al hueso, tales como músculos o ligamentos, entre otros. Por último, en el caso de la patología del pie, lo que más llama la atención es el gran sobrecrecimiento de hueso, que posee un aspecto de coliflor que cubre casi todo el metatarsiano. Cuando se estudió, primeramente, se pensó que podría ser debido a una fractura, pero en un estudio más detallado, que consistió en analizar su histología y realizar tomografías computerizadas, se descartó la hipótesis de la fractura. Esto se debió a la ausencia de las características típicas de las fracturas, tales como la presencia de una línea más o menos brillante cruzando el hueso en las imágenes tomográficas. Por el contrario, se observaron indicadores de la presencia de un cáncer o neoplasia del tipo osteosarcoma, tales como la reducción de la densidad ósea y varias zonas donde el tejido cortical fue destruido.
¿Pero qué nos dicen estas patologías sobre si afectaron o no al día a día de Bonapartesaurus?
Las fracturas de las vértebras fueron sin duda dolorosas, no sólo por la propia fractura sino también por la infección que se habría producido y esto habría restado movilidad a la cola, aportando una gran incomodidad en el desplazamiento y en su actividad diaria. Partiendo de la curación avanzada pero incompleta de estas fracturas se piensa que la muerte de Bonapartesaurus no fue inmediatamente posterior al evento que provocó las fracturas y la posterior infección, pero no es posible cuantificar cuanto tiempo vivió después de ello, ¿meses? ¿años? o incluso, si estas heridas fueron la causa misma de su muerte. Con respecto a la lesión del metatarsiano, no es posible inferir en qué medida afectó la locomoción de Bonapartesaurus. Esto se debe a que, si bien el cáncer alcanzó un gran desarrollo, el metatarsiano no representa uno de los huesos con mayor rol en el soporte del peso del cuerpo, los que suelen provocar la muerte cuando se ven afectados por patologías. Asimismo, los músculos del pie que se unían sobre la región de la patología, podían verse asistidos por otros músculos con uniones en otras regiones del pie. Mucho se desconoce aún de los aspectos biomecánicos de esta región, por lo que aún no es posible llegar a una interpretación concluyente sobre como afectó en su marcha. Es interesante mencionar que el cáncer registrado en el metatarsiano, aparentemente no migró hacia otros huesos, ya que no se observan indicios en casi la mitad del esqueleto que conservó Bonapartesaurus, por lo que aunque afectó de manera muy severa al metatarsiano no se ha registrado en ningún otro hueso conservado.
Como conclusión del trabajo Bonapartesaurus tuvo varias lesiones que a priori aunque dolorosas no lo llevaron a la muerte, permitiéndole sobrevivir y seguir interactuando con sus congéneres a pesar del dolor inicial producido por las fracturas y las infecciones.
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