La cuenca mediterránea es conocida de un punto de vista climático por
unos recursos de agua limitados y unos extremos de calor en verano, los
cuales tienen un papel crucial en los ecosistemas y el paisaje. En este
contexto, investigar como el clima ha evolucionado en el pasado en el
área mediterránea, en relación con los cambios climáticos globales del
Cuaternario, nos puede ayudar a entender como y en que medida estos
cambios pueden afectar a las temperaturas y las precipitaciones.
En
el ámbito peninsular, el yacimiento de la Gran Dolina, en la Sierra de
Atapuerca, es único por poseer una larga secuencia arqueológica y
paleontológica que ha registrado muchos de los cambios en los
ecosistemas ibéricos durante el último millón de años. En particular
esta secuencia abarca un momento de cambio importante en nuestra
historia climática reciente llamado la transición climática a mediados
de Brunhes (en ingles “Mid-Brunhes Event = MBE”). Este evento climático
(MBE) corresponde a una transición climática que ha ocurrido hace
aproximadamente 450.000 años y que separa un primer periodo (anterior a
450 ka) el cual esta caracterizado por unas fases calidas (también
llamadas interglaciales) con unas temperaturas moderadas de un segundo
periodo (posterior a 450 ka) donde estos interglaciales están
caracterizados por unos episodios de calor idénticos o a veces más
calidos que el Holoceno, periodo en el cual nos encontramos actualmente.
El evento MBE ha sido observado en una gran variedad de registros
paleoclimáticos como los sondeos en el hielo de la Antártida, los
sondeos marinos del océano Pacifico, etc., pero a pesar de esto sus
efectos sobre los sistemas terrestres siguen siendo poco conocidos
debido a la ausencia de reconstrucciones detalladas de los cambios de
temperaturas para el ultimo millón de años en otras partes del mundo.
En
este estudio, las temperaturas y precipitaciones han sido estimadas en
base a las variaciones observadas en las asociaciones fósiles de los
anfibios (tritones, sapos y ranas) y reptiles (lagartijas y serpientes) a
lo largo de la secuencia del yacimiento burgalés de la Gran Dolina.
Esta larga serie de estimaciones paleoclimáticas presenta unos picos
calidos marcados que han sido correlacionados con varias máximas de
calor interglacial del último millón de años, en función de los datos
cronológicos establecidos para el yacimiento en base a dataciones
numéricas, paleomagnetismo y biocronología.
Las conclusiones de
este estudio han revelado que en la región de Burgos, los interglaciales
posteriores a la MBE (es decir después de 450 ka) fueron más calidos
que los anteriores, tal como se suponía a partir de los registros
paleoclimáticos del Pacifico o del Polo Sur. Y también se ha establecido
que durante los periodos interglaciales posteriores a la MBE, las
precipitaciones eran más bajas, ocasionando una aridez más pronunciada
en los paisajes después de 450 ka. Finalmente a partir del registro
paleoclimático obtenido en base a los fósiles de anfibios y reptiles
recuperados en el yacimiento de la Gran Dolina en Atapuerca, se ha
demostrado que las máximas de temperatura en el área mediterránea
durante el ultimo millón de años han seguidos unas pautas y amplitudes
similares a las del clima global terrestre tal como este ha sido
reconstruido a partir de los sondeos en el hielo y de los sondeos
marinos.
Blain H.-A., Cuenca-Bescós G., Lozano-Fernández I.,
López-García J.M., Ollé A., Rosell J., Rodríguez J., 2012. Investigating
the Mid-Brunhes Event in the Spanish terrestrial sequence. Geology, 40:
1051-1054. DOI: 10.1130/G33427.1
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