conCiencias
es una revista de divulgación científica que edita la Facultad de
Ciencias de la Universidad de Zaragoza. Sus contenidos son libres y
tratan sobre todos los aspectos de la ciencia. Los aragosaureros
acabamos de publicar un artículo titulado “Reconstruyendo el mundo de
los dinosaurios” en donde se hace un repaso de nuestras últimas
publicaciones. El artículo se puede descargar al final de la noticia.
Para animáros a leerlo os ponemos algunos de los párrafos.
Maledictosuchus se
conoce exclusivamente por el ejemplar de Ricla y se trata de un cráneo
prácticamente completo, con una conservación excelente. Pertenece a los
metriorrínquidos, un grupo de crocodilomorfos marinos (por simplificar
los vamos a llamar cocodrilos) que se extinguieron en el Cretácico
Inferior, hace unos 130 Ma. Actualmente no existe ningún cocodrilo
totalmente ligado a la vida acuática. Los metriorrínquidos han sido los
cocodrilos mejor adaptados al medio marino a lo largo de su historia
evolutiva. En la magnífica reconstrucción realizada por José Manuel
Gasca se puede ver cómo sería este animal en vida. Presentaba
adaptaciones al medio acuático como las aletas, la cola larga y
bilobulada parecida a la de los tiburones, un cuerpo hidrodinámico que
facilitaba la natación y ausencia de la armadura dérmica característica
de los cocodrilos terrestres.
En el año 1997 describimos en Las
Cerradicas uno de los rastros de dinosaurio ornitópodo cuadrúpedo más
antiguos del registro fósil. Tradicionalmente se ha considerado que
estos dinosaurios andaban de manera bípeda, sin embargo yacimientos como
el de Las Cerradicas demuestran que los ornitópodos también se
desplazaban de manera cuadrúpeda, al presentar marcas de pies
tridáctilos y de las manos. El resto de rastros de dinosaurios
tridáctilos de Las Cerradicas eran aparentemente bípedos. En un trabajo
recién publicado hemos realizado un estudio estratigráfico detallado de
cada uno de los niveles del yacimiento, y además hemos utilizado nuevas
técnicas de escáner (LiDAR) y fotogrametría. Se ha realizado en
colaboración con el Institut Català de Paleontologia (ICP). Estas
modernas metodologías han permitido cuantificar la diferencia de
profundidad a la que llegaban las manos y los pies del mismo individuo.
De estos nuevos datos se desprende que en Las Cerradicas hay un sesgo en
la conservación de las manos de los rastros aparentemente bípedos, los
cuales en realidad están conservados en niveles inferiores (subhuellas) a
la superficie en la cual pisaron los dinosaurios. Dicho de otra manera
el que haya rastros bípedos (sin marcas de las manos) era una cuestión
de preservación, pero inicialmente todos debían ser cuadrúpedos.
Los
pequeños vertebrados acompañaron a los gigantes dinosaurios desde que
aparecieron en el Triásico. Su pequeño tamaño hace que sean difíciles de
encontrar si no se usan técnicas de extracción adecuadas. Desde el
comienzo de nuestras investigaciones en el Mesozoico usamos la técnica
del levigado(o lavado-tamizado) para recuperar dientes aislados de
mamíferos y de otros vertebrados de pequeño tamaño. Son pequeñas
maravillas paleontológicas al ilustrarnos la historia de los mamíferos a
la sombra de los dinosaurios. En sedimentos del Cretácico Inferior de
Galve hemos descrito dos nuevas especies que nos ilustran sobre la
enorme y desconocida diversidad de los mamíferos. En un trabajo se
analiza la rica diversidad de los mamíferos herbívoros del Mesozoico que
son los multituberculados, llamados así por la gran cantidad de
cúspides de sus molares. En este trabajo se definió un nuevo taxón
Iberica hahni, dedicado a dos especialistas alemanes en estos pequeños
mamíferos. En otro trabajo se revisa un género muy popular en los libros
de divulgación de dinosaurios, Crusafontia, que se encontró hace cuatro
décadas en Uña (Cuenca) y ahora se ha podido definir una nueva especie,
Crusafontia amoae, en Galve. Crusafontia pertenece a un
grupo de mamíferos que probablemente se alimentarían de insectos y otras
presas pequeñas y tendrían un patrón dental tan eficaz como el de los
mamíferos modernos pero con una disposición invertida de las cúspides de
sus molares.
Hemos avanzado en descubrir los mecanismos de
formación de la cáscara de huevo de los dinosaurios, identificando la
existencia de diferentes estrategias de incubación. Hemos analizado las
relaciones entre estos cristales reconstruyendo los procesos que
condujeron a la formación de la cáscara. Los especímenes elegidos para
esta investigación son cáscaras de Prismatoolithidae proveniente del
yacimiento turolense de La Cantalera (Josa, Cretácico Inferior), una
oofamilia relacionada con los dinosaurios terópodos, y un fragmento de
cáscara de huevo de un hadrosaurio (cf. Maiasaura) del Cretácico
Superior de Norteamérica. Se han seleccionado estas cáscaras por
tratarse de dos grupos muy separados ecológica y evolutivamente dentro
de los dinosaurios. Los terópodos agrupan a los dinosaurios carnívoros,
entre los cuales se encuentran los gigantescos Tyrannosaurus y los pequeños emplumados Velociraptor.
Los hadrosaurios son dinosaurios comedores de plantas que alcanzaron
tamaños considerables. Se les conoce popularmente como “pico de pato”
por la expansión que tiene la parte anterior de su cráneo.
Aunque
los restos fósiles de “cocodrilos” son relativamente abundantes en los
yacimientos, resulta difícil encontrar ejemplares adecuados para su
estudio en profundidad. A finales de la década de 2000 encontramos dos
cráneos completos en el Maastrichtiense (Cretácico Superior) del Pirineo
oscense. Provienen de rocas de hace 66-65 Ma. Estos fósiles forman
parte del material de estudio de la tesis doctoral de Eduardo Puértolas.
Se trata de un descubrimiento excepcional, al ser los únicos que se
encuentran en nuestro país en sedimentos de una antigüedad cercana a la
extinción de los dinosaurios. Como cabía esperar se trataba de dos
nuevos taxones, uno de ellos lo hemos descrito con el nombre de Arenysuchus.
Tuvo una gran transcendencia en prensa al representar una especie que
nos informa sobre los primeros pasos en la evolución de los cocodrilos
modernos. En este artículo nos vamos a referir al segundo cráneo,
recientemente publicado con el nombre de Allodaposuchus subjuniperus,
nombre que viene del griego y el latín y significa “cocodrilo extranjero
bajo la sabina”.
Y mucho más…. aquí
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